viernes, diciembre 22, 2006

Feliz Navidad

La Navidad (latín: nativitatis, "nacimiento" )? es una de las fiestas cristianas más importantes, junto con la Pascua y Pentecostés, pues celebra el nacimiento de Jesucristo. Se inicia con la Natividad o Día de Navidad, el cual es celebrado el 25 de diciembre por la Iglesia Católica.
Todos saben que yo no soy cristiano, y por ende no soy católico, asumo siempre que estas fiestas son una excusa para comer pavo, panetón, tomar chocolate, dar un regalo y esperar recibir uno mejor (aunque se diga que el espíritu es solo dar y no recibir), cobrar doble sueldo, hacer como si todos fuéramos felices, perdonar a las personas que quizas se lastima los 364 dias del año restantes, y toda la parafernalia roja y verde.


Asumo también que hay que celebrar que Jesucristo llegó a la tierra a perdonar nuestros(?) pecados (¿?), a pesar de que Jesucristo, asumiendo que si realmente nació, lo hubiera hecho entre Abril y Mayo, pero la Iglesia modificó (que no ha modificado para su convenienecia) el calendario Juliano por el calendario Gregoriano, entonces estamos celebrando una tradición más que un hecho histórico, pero la gente me dirá, no importa la fecha, si no el hecho; el hecho de dar y recibir el cariño que brindamos hacia los demas, ok, es cierto, no importa la fecha ni la hora, ni el lugar, pero, si no importa la fecha, ¿Porqué esperamos hasta el 25 de Diciembre para dar un regalo, un abrazo, un brindis, un palabra, o quien sabe hasta un silencio?


No odio la navidad, no me digan Greench como el año pasado por favor (Aunque la forma fisica la tengo, solo me falta el traje verde), tengo buenos recuerdos de mis navidades, simplemente que si me dieran a escoger entre demostrar mis sentimientos de estima y buenos deseos un 25 de Diciembre o quizás cualquier día (o en el mejor de los casos, días - plural) del año, escogería lo segundo.

El 25 de Diciembre recibirán un abrazo y buenos deseos de las personas que más quieren, yo simplemente les envio un abrazo y buenos deseos por los 364 dias que no representan la Navidad.

Poemas del Segundo Piso


Toma tu cristo que cuelga de la cruz por un solo brazo y dile secretamente al oido: “Aquí estoy Señor”.


Estaba leyendo Poemas Humanos unas noches atrás, libro que por cierto nunca puedo dejar de repasar cíclica e infinitas veces, y a pesar del tiempo y las innumerables relecturas no llego a comprender del todo, Vallejo es una fuente de simbolismo universal, expresa tantas cosas en sus oniricas lineas que transportan al hombre al fondo del sufrimiento humano. Hace poco leí también que se habia traducido al idioma Inglés la obra completa de César Vallejo y me pareció genial y a la vez preocupante (hasta que leí el informe), que se de el lugar que se merece un personaje tan importante de la literatura mundial. Pero, afortunadamente, las cosas no terminan alli, hace poco tuve la oportunidad de ver, gracias al eMule, la pelicula sueca Sånger Från Andra Våningen (Canciones del segundo piso), del director Roy Andersson, quién se baso en el poema "Traspié entre dos Estrellas", de Vallejo para crear una pelicula que cualquier adicto al cine no comercial, simbólico, surrealista debería ver de manera obligatoria, y porque no, también los seguidores de César Vallejo.




Traspié entre dos Estrellas


¡Hay gentes tan desgraciadas que ni siquiera
tienen cuerpo; cuantitativo el pelo,
baja, en pulgadas, la genial pesadumbre;
el modo, arriba;
no me busques, la muela del olvido,a
parecen salir del aire, sumar suspiros mentalmente, oír
claros azotes en sus paladares!

Vanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen
y suben por su muerte de hora en hora
y caen, a lo largo de su alfabeto gélido, hasta el suelo.

¡Ay de tanto! ¡ay de tan poco! ¡ay de ellas!
¡Ay en mi cuarto, oyéndolas con lentes!
¡Ay en mi tórax, cuando compran trajes!
¡Ay de mi mugre blanca, en su hez mancomunada!

¡Amadas sean las orejas sánchez,
amadas las personas que se sientan,
amado el desconocido y su señora,
el prójimo con mangas, cuello y ojos!

¡Amado sea aquel que tiene chinches,
el que lleva zapato roto bajo la lluvia,
el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas,
el que se coge b un dedo en una puerta,
el que no tiene cumpleaños,
el que perdió su sombra en un incendio,
el animal, el que parece un loro,
el que parece un hombre, el pobre rico,
el puro miserable, el pobre pobre!

¡Amado sea
el que tiene hambre o sed, pero no tiene
hambre con qué saciar toda su sed,
ni sed con qué saciar todas sus hambres!

¡Amado sea el que trabaja al día, al mes, a la hora, ...
el que suda de pena o de vergüenza,
aquel que va, por orden de sus manos, al cinema,
el que paga con lo que le falta,
el que duerme de espaldas,
el que ya no recuerda su niñez;
amado sea el calvo sin sombrero,
el justo sin espinas, el ladrón sin rosas, rosas,
el que lleva reloj y ha visto a Dios,
el que tiene un honor y no fallece!

¡Amado sea el niño, que cae y aún llora
y el hombre que ha caído y ya no llora!
¡Ay de tanto! ¡Ay de tan poco! ¡Ay de ellos!

martes, diciembre 19, 2006

El Libro de los Abrazos

Fue a la entrada del pueblo de Ollantaytambo, cerca de Cuzco. Yo me había despedido de un grupo de turistas y estaba solo, mirando de lejos las ruinas de piedra, cuando un niño del lugar, enclenque, haraposo, se acercó a pedirme que le regalara una lapicera. No podía darle la lapicera que tenía, porque la estaba usando en no sé qué aburridas anotaciones, pero le ofrecí dibujarle un cerdito en la mano.
Súbitamente, se corrió la voz. De buenas a primeras me encontré rodeado de un enjambre de niños que exigían, a grito pelado, que yo les dibujara bichos en sus manitas cuarteadas de mugre y frío, pieles de cuero quemado: había quien quería un cóndor y quién una serpiente, otros preferían loritos o lechuzas y no faltaba los que pedían un fantasma o un dragón. Y entonces, en medio de aquel alboroto, un desamparadito que no alzaba más de un metro del suelo, me mostró un reloj dibujado con tinta negra en su muñeca:
—Me lo mandó un tío mío, que vive en Lima —dijo.
—¿Y anda bien? —le pregunté.
—Atrasa un poco —reconoció.

Tomado del Libro de los Abrazos de Eduardo Galeano